Y es que en realidad frente a las dificultades de la vida -a las que sin
duda toda persona se enfrentará inevitablemente en algún momento-, la
convicción, la actitud, el pensamiento y el carácter, determinarán que cada
quien asuma una posición u otra.
Algunas personas ven los obstáculos y las adversidades como verdaderos
desafíos que se deben enfrentar y superar. No es que les agraden las pruebas,
por supuesto; pero entienden que de éstas se pueden extraer grandes enseñanzas
y salir, incluso, más fortalecidos. Hay pruebas que dejan a las personas
casi abatidas, sin fuerzas, seriamente golpeadas y afectadas. Pero aún en
estas difíciles circunstancias, el tiempo, una actitud de fe y confianza y un
pensamiento sereno y positivo, podrán hacer que retorne la esperanza, se
recupere la fortaleza, se ponga de pie nuevamente y comience a caminar hacia
adelante.
Existen dificultades que marcan la vida de las personas. La
pérdida de un ser amado, la ruptura de un hogar, el despido de un trabajo o una
crisis financiera severa, entre otras. Estas adversidades podrían llevar a las
personas a verdaderos estados de afectación emocional, física,
mental y espiritual. Para recuperar el control y emprender de nuevo el
camino, luego de estas fuertes embestidas de la vida, se dependerá muchas veces
de los asideros con los que cuente cada persona, así como de las personas
que estén a su lado y le ayuden como soportes sicológicos y espirituales.
Por otro lado, hay personas que ven las adversidades de la vida como oportunidades
para crecer, desarrollar su potencial, y probar su capacidad de recuperación y
de innovación. Son personas que, por lo general, suelen ser optimistas y
han aprendido a elevar la mirada y observar el horizonte, más allá de la
dificultad inmediata.
No es que las pruebas que deben enfrentar les resulten indiferentes o no
les afecten tanto. Más bien, se trata de que han adquirido y desarrollado una
serie de habilidades emocionales, mentales y espirituales que les permiten
tomar de manera distinta las dificultades de la vida. Aprovechan esos
momentos difíciles para replantearse metas, fortalecer ámbitos de su
interior poco explorados, aprender de los problemas y no dejarse vencer por las
adversidades momentáneas.
Una vez, un joven profesional exitoso, padre de tres niños pequeños,
acostumbrado a ser muy independiente y auto suficiente, con amplias conexiones
y espléndidas labores académicas, políticas y empresariales, de manera
intempestiva e inesperada, experimentó un accidente físico ocular que le hizo
perder súbitamente su visión primero, en un setenta por ciento en uno de sus
ojos, y después, en un ochenta por ciento en el otro ojo. Obviamente, como era
de esperar, desde ese momento, su vida cambió radicalmente. En un inicio, su
mundo pareció derrumbarse, porque nada podía seguir siendo igual. Desde lo más
pequeño, hasta lo más significativo. Desde su desplazamiento -ahora sin poder
conducir su vehículo- hasta el replanteamiento de sus actividades laborales,
académicas, políticas y empresariales. Todo debió ajustarse.
No le resultó nada sencillo ni a él ni a su familia. De hecho, como
parte de las consecuencias de esta prueba, su matrimonio se fracturó
severamente y su hogar debió soportar momentos muy difíciles. Las múltiples
cirugías en sus ojos -practicadas en su mayoría en el exterior-,
procurando mantener el reducido remanente visual que aún conservaba, le causó
una dramática afectación financiera por muchos años. Cada mañana, al
despertar, las sombras en sus ojos lo confrontaban con su limitación y su
realidad... Por su mente emergían constantemente pensamientos de duda,
temor y desconsuelo.
Pero ese joven no podía permanecer mucho tiempo en una postura de
aflicción y lamento. Tenía hijos pequeños que debían salir adelante, que
dependían de él financiera y emocionalmente. Y decidió luchar, realizar
ajustes, aprender a convivir con su discapacidad visual y aprovechar todos los
asideros afectivos, emocionales y espirituales que le fueron ofrecidos, para
así convertir la dificultad en una valiosa oportunidad de vida.
Su vida cambió, es cierto, y en muchos ámbitos para bien. Su fe renovada
en Dios le dio fortaleza y esperanza. La solidaridad y el amor de su
familia y amigos entrañables fueron determinantes en su remozado proyecto de
vida. Pero su actitud optimista y su espíritu de lucha fueron vitales. Con la
dificultad que enfrentó, su visión física disminuyó severamente, pero su visión
emocional y espiritual se amplió significativamente.
Este joven profesional salió adelante, no con poca dificultad, pero pudo
trasmitirle a sus hijos, y a muchas personas a su alrededor, que la vida
continúa, y es mucho mejor sacudirse el polvo de los vendavales y seguir hacia
adelante que quedarse en el suelo sin ilusión y esperanza.
Los padres deben enseñar a los hijos, sobre todo con su propio ejemplo,
a ver las dificultades que enfrentaran como oportunidades para crecer y salir
más fortalecidos. Las adversidades se sobrevendrán irremisiblemente, forman
parte de la vida misma, pero hay que observarlas como procesos que son,
incluso, necesarios para derivar de ellos enseñanzas valiosas.
En la época del patrón oro, donde el valor de las cosas se medía por su
referencia en oro, surgieron muchos materiales que intentaban imitar a
ese precioso elemento. Una prueba para distinguir los artículos elaborados en
oro de las simples imitaciones, consistía en pasarlos por el fuego. Los
hechos en oro conservaban sus cualidades, mientras las imitaciones perdían su
brillo y se destruían. Así sucede con las personas. Las dificultades hacen ver
de qué material están hechas. Después de las pruebas, las personas optimistas,
positivas, las que poseen un blindaje emocional, mental y espiritual bien
afianzado, se ponen de pie y ven el presente y futuro con esperanza y como una
nueva y valiosa oportunidad para ser mejores. Las que solo aparentan ser
fuertes y positivas, pero no lo son genuinamente, en las pruebas verdaderas, se
derrumban.
Por supuesto que no se trata de ser indolente ante las lesiones que
producen las dificultades y las pruebas. Hay un tiempo para procesar el dolor,
para la comprensión y la sensibilidad que produce el dolor propio y del
prójimo. Pero se trata igualmente de tener una actitud que permita sobreponerse
a la adversidad con fe y esperanza.
A los hijos hay que enseñarles a ver en las dificultades siempre
oportunidades valiosas. Esta es una perspectiva optimista de la vida. Bien lo
dijo Helen Keller -la extraordinaria mujer con discapacidad visual que
siempre inspira con su ejemplo- : "El optimismo es la fe que conduce al
logro. Nada puede hacerse sin esperanza y confianza".
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