Aunque una depresión severa puede destruir la
vida de la persona enferma y la de su familia, si no recibe un tratamiento
eficaz, en la mayoría de los casos se puede acabar con el
sufrimiento.
La
depresión es
una enfermedad que afecta al cerebro, la manera de pensar y el estado de ánimo,
cambiando en muchos aspectos la vida cotidiana de la persona. No debemos
confundir la tristeza, que es un estado de ánimo pasajero, con la depresión,
que puede durar desde semanas hasta años.
La depresión severa provoca que actividades que
antes eran sumamente placenteras ya no lo sean. No todos los enfermos padecen
el mismo número de síntomas:
-Insomnio o por el contrario dormir más de lo
normal.
-Pensamientos de suicidio o muerte, con intento
de suicidio en algunos casos.
-Irritabilidad e inquietud.
-Tristeza, ansiedad o sensación de vacío.
-Pesimismo y desesperación.
-Sentimientos de desamparo, culpa e inutilidad.
-Fatiga, agotamiento, cansancio, disminución de
energía, sensación de moverse y pensar a cámara lenta.
-Dificultad para concentrarse, para recordar y
tomar decisiones (ver artículo: “El estrés y el trabajo”).
-Pérdida de peso, apetito o comer más de lo
normal.
-Dolores de cabeza, dolores crónicos o
trastornos digestivos que no responden al tratamiento médico.
-Pérdida de interés de todo aquello que antes
interesaba, incluyendo el sexo.
La mujer tiene el doble de probabilidades de
sufrir una depresión a lo largo de su vida que los hombres. Los científicos
opinan que el factor hormonal es decisivo: el ciclo menstrual, el embarazo, el
periodo posparto, el aborto y la menopausia serían los más importantes, a esto
hay que sumarle el mayor nivel de ansiedad oestrés por
el gran número de responsabilidades (trabajo fuera y dentro de casa, cuidado de
los hijos y/o padres ancianos, problemas de comunicación con la pareja, madres
solteras…).
Veamos cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos
cuando estamos deprimidos: -Oblígate a tomar parte en actividades con las que
antes disfrutabas.
-Divide tus metas en partes pequeñas, establece
prioridades y haz
lo que puedas poquito a poco.
-Fíjate metas realistas y no trates de asumir una cantidad excesiva de
responsabilidades.
-Intenta estar acompañado y confiar en alguien, no
te aísles.
-Procura realizar algún deporte.
-Participa en actividades sociales, religiosas o
recreativas. (Ir a la Iglesia)
-Deja que tus familiares y amigos te ayuden.
-No esperes que tu estado de ánimo mejore de
inmediato, sino gradualmente.
-Si tienes que tomar decisiones importantes (cambiar de
trabajo, divorciarte…) espera a que tu depresión mejore y háblalo con personas
de total confianza, para que aporten una visión más objetiva.
¿La
familia y los amigos pueden ayudar? Sí, es vital que procuren que el enfermo acuda a un
especialista para que reciba el tratamiento adecuado y aconsejar al paciente no
abandonarlo antes de que los síntomas empiecen a remitir. Tan importante como
lo anterior es dar afecto, ser comprensivo, animar y tener paciencia con el
enfermo. Habla y escucha con atención, para poder informar al especialista si
la persona hace comentarios sobre el suicidio o la muerte.
Es aconsejable que vayas con el enfermo al cine,
a pasear o realices cualquier actividad que lo saque de su casa, insistiendo
con mucha delicadeza si no acepta. Repítele que con tiempo y ayuda se va curar.
Es necesario acudir al médico para descartar otro tipo de enfermedades o
medicación que producen síntomas muy parecidos a los de la depresión. Existen
gran variedad de psicoterapias y medicamentos, que juntos o por separado
obtienen buenos resultados.
Las terapias de conversación estimulan a los
pacientes a analizar sus problemas y encontrar una solución, pudiéndose
combinar con tareas para hacer en casa. Lo más significativo de estas terapias
es ayudar a que el paciente abandone patrones de conducta que contribuyan a su
depresión o que sean consecuencia de ella y a eliminar los pensamientos
negativos para que el paciente recupere la alegría de vivir.
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