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Nuestra vida y todo lo que nos rodea está en un constante movimiento, vivimos en evolución,  lo que implica cambios, renovándonos con cada situación que atravesamos, así mismo la naturaleza que es tan sabía y equilibrada hace sus propios cambios a través de las estaciones.
En esta estación, de primavera, vemos la transición de la hermosa naturaleza, los arboles florecen y se renuevan, la primavera nos invita a sí mismo a transformarnos, a despertar, a dejar atrás lo viejo para dar paso a lo nuevo, a recordar nuestro pasado pero sin querer volver atrás. Bert Hellinger nos dice que “Si soltamos aquello que ya paso se puede cerrar el círculo; puede surgir el espacio donde muere lo viejo y nace lo nuevo”, también que “el nuevo sistema que se forma a partir de una nueva relación tiene prioridad ante el que ya pasó”, es darle el sí  y continuidad a tu vida para de dejar ir lo que ya no te pertenece para  avanzar y dar frutos.
Estar preparado o no para lo que trae cada estación a tu vida es lo que determinará aceptar o rechazar lo que vendrá, si mirarás hacia delante sin retroceder, para Bert Hellinger solamente cuando dejamos lo pasado estamos preparado para lo que viene, así preparados seremos libres de todo lo que ya pasó y libres de lo que viene, pero que solamente durará un instante para también después concluir.
Bert Hellinger nos plantea que no solo nuestra alma sigue las estaciones, sino que también la de aquellos con los que tenemos una relación profunda y estamos vinculados.  Sin embargo, a veces para ellos es verano mientras que nosotros nos imaginamos estar todavía en invierno.  O celebran la primavera mientras nosotros estamos ya recogiendo la cosecha. Y a la inversa. Pero cada estación conoce a las demás. Todas ellas forman parte de un mismo círculo, de un mismo movimiento que gira en torno a un centro común, completándose en nuestras relaciones. A la dificultad, se añade la esperanza, al calor el reposo, a la cosecha el reconocimiento, a la alegría la fiesta, tanto tiempo como duren.

Para cambiar de estación permite que el viento del ritmo de la vida se lleve las hojas secas, agradece lo que esas hojas te dieron, honra el pasado y sigue hacia delante tomando lo nuevo de la vida.
DEJAR IR
Dejar ir no significa dejar de cuidar, significa que no puedo hacerlo por otra persona.
Dejar ir no es aislarme, es darme cuenta de que no puedo controlar a los demás.
Dejar ir no es permitir, sino reconocer el aprendizaje de las consecuencias naturales.
Dejar ir es admitir la impotencia, que significa que el resultado no está en mis manos.
Dejar ir no es tratar de cambiar o culpar a otr@, es sacar lo máximo de mí mismo.
Dejar ir no es cuidar, sino atender.
Dejar ir no es reparar, sino ser apoyo.
Dejar ir no es juzgar, sino permitirle a otr@ que sea un ser humano.
Dejar ir no es estar en el medio arreglando todos los resultados, sino permitir a otr@s que influyan en sus propios destinos.
Dejar ir no es ser protectora, es permitir que otr@ enfrente su realidad.
Dejar ir no es negar, sino aceptar.
Dejar ir no es regañar, reprender o discutir, sino buscar mis propios defectos y corregirlos.
Dejar ir no es ajustar todo a mis deseos, sino tomar cada día como viene y apreciarme a mí misma en él.
Dejar ir no es lamentar el pasado, sino crecer y vivir para el futuro.
Dejar ir es temer menos y amar más.   (Louise Hay)

 “También nuestra alma sigue las estaciones y sin embargo, en lo más hondo, sigue idéntica en su esencia. Soporta el invierno, se alegra con la primavera, transpira el verano y cosecha en otoño.”  Bert Hellinger   


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